- Según la OCDE, el país es uno de los que más retroceso ha tenido en este asunto y se requieren medidas para cambiar el panorama.
- Los estigmas han llevado a que las organizaciones prefieran escoger hombres para los puestos laborales, por encima de las mujeres, quienes en muchas ocasiones son rechazadas por temas como los hijos, el embarazo, entre otros.
Mucho se está hablando en Latinoamérica sobre el avance o no en la lucha por los derechos de las mujeres, en diferentes asuntos como la reproducción sexual y la toma de decisiones. Uno de estos temas coyunturales es el aborto, y ejemplo de ello, es el caso de países como Colombia, donde hace pocas semanas se despenalizó hasta las 24 semanas. Recientemente, Argentina también ha sido referente en el tema, al igual que Ecuador, país que despenalizó el aborto en casos de violación.
A pesar de ello, y los avances vistos en algunas nacionales latinoamericanas, Chile sigue teniendo considerables retrasos para cerrar la brecha de género, sobre todo en aspectos tan elementales como el laboral. Así se evidenció en la masterclass “Chile: Violencias contra las mujeres en el ámbito del trabajo. Visión constituyente” de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), en la que se abordaron diversos temas, bajo el liderazgo de la ponente Marcela Mabel Díaz Méndez, jueza Titular del Trabajo de Iquique (Chile), quien además es docente en catedra de Género y tiene un Máster en Intervención Interdisciplinar en Violencia de Género por la Universidad Internacional de Valencia.
Lo primero que advirtió la experta y alumni de VIU, es que la filosofía en la cultura occidental ha sido la marca indeleble del comportamiento social, a propósito de la participación o no de las mujeres en la historia.
“Por ejemplo, Aristóteles estableció que el amo es superior al esclavo; el adulto es superior al niño; y que el hombre es superior a la mujer. Estas relaciones fundan el orden social porque la naturaleza del primero es mandar y el de la mujer es obedecer. Se le consideró a esta, como un ser irracional e incapaz de tomar decisiones morales”, aseguró Díaz.
A esto, agregó que el género y el derecho tienen un vínculo muy estrecho, pero el ser humano se ha encargado de establecer dualidades y dentro de ellas, hay tres características fundamentales: los dualismos están sexualizados, los términos de dualismos no son iguales y constituyen una jerarquía; y -finalmente-, el derecho se identifica con el lado masculino, ya que se establece que el ordenamiento jurídico tenga ciertas características porque está masculinizado y eso lleva a que las mujeres no tengan ciertos derechos porque no son “seres racionales”.
Eso se observa dentro las legislaciones en detalles como en un contrato civil de matrimonio, en el que el administrador de los bienes es el hombre, porque la mujer sigue siendo entendida, en pleno siglo XXI, como un ser incapaz dentro de aspectos de su desenvolvimiento social y, se cree, que el “reino de la mujer es el hogar”.
Al transpolar esto a la historia, se ve relacionado con la cuestión económica y emocional, porque se entiende que la mujer es dependiente del hombre, ya que se supone que es el proveedor y es él quien debe participar en el mundo de lo público.
Marcela Mabel Díaz Méndez, alumni de VIU, también señaló, que para poder establecer que la mujer efectivamente ha ingresado al ámbito de lo público mediante el trabajo, primero hay que incorporar al hombre en el ámbito de lo doméstico, ya que -de hecho- los estudios de la OIT señalan que la cantidad de horas que trabaja la mujer en el hogar, duplica o triplica en tiempo a lo que el hombre hace en las actividades domésticas. “Sino existe una corresponsabilidad, no habrá una verdadera integración de la mujer en el mundo de lo público” señala la experta.
Ahora, en cuanto a la brecha salarial, el tema en Chile es particular. La OCDE señaló que en el 2021 los niveles de desigualdad eran comparables a los del 2017, es decir hubo un retroceso, siendo Chile el país que registra la mayor caída en el puntaje total al caer 13% y quedando en la posición 31 de 33.
“Desde el punto de vista de la desigualdad, las mujeres no solamente han perdido sus trabajos, sino que en la pandemia se amplió la brecha de género, un tema que va sintonizado a una tendencia global. La ONU proyectó que es el doble de mujeres que perdieron su trabajo, en relación a los hombres. Además, el año pasado hubo 13 millones menos de mujeres empleadas, mientras que el empleo de hombres se recuperó casi a niveles de 2019”, expresó la jueza en la charla de VIU.
Otro punto de referencia es la maternidad, la cual se ha convertido en uno de los más grandes escollos que deben superar las mujeres cuando buscan un trabajo. Muchas veces deben responder preguntas sobre si tienen hijos, están embarazadas, si van a cazarse o si piensan tener hijos. En muchos países de América Latina y Europa, es legislado como una vulneración de sus derechos.
Al igual, cuando hay candidatos y candidatas para un puesto de trabajo, hay organizaciones que se inclinan por los hombres por dos razones elementales: se cree que es el jefe de hogar y que, por tanto, es el proveedor. Segundo, por una cuestión que es “impresionante” a nivel a transversal en todo el mundo y la misma “demonización” de la maternidad.
“Hay muchas legislaciones donde se establece la posibilidad de una presencia marcada en el postnatal para los padres. En España, por ejemplo, se amplió el número de semanas para ellos como un derecho, porque tiene que existir una corresponsabilidad y una coparentalidad, que son esenciales para un buen desarrollo de los hijos. No es la mujer quien tiene el hijo sola, lo tiene con una pareja”, puntualizó Marcela Mabel Díaz, jueza Titular del Trabajo de Iquique (Chile) y alumni de VIU.
Para concluir, advirtió que no es lógico o creíble que se diga que las mujeres “preferimos” quedarnos en la casa, sin trabajar fuera de las labores domésticas y solo al cuidado de los hijos o el hogar. Eso no es real, pero sigue pasando porque no se han eliminado las desigualdades, además de estar expuestas mayormente al empleo informal, porque se sigue la misma estructura de pensamiento como un paradigma donde el hombre es considerado como el único y principal proveedor.