Cultural

Cineasta con calle

Fernando Guzzoni (33) tiene calle, eso dice él, que la conoce y por eso puede contarla. El director del largometraje basado en el asesinato de Daniel Zamudio que tituló Jesús, también acumula millas, porque se formó como cineasta en el extranjero y en 2016 viajó presentando su película por el mundo. Autor de las cintas La Colorina y Carne de perro, el realizador ya escribe su próximo proyecto, mientras en Chile Jesús espera su estreno para marzo de 2017.
Por Belén Rojas/Fotos gentileza de Fernando Guzzoni

Mientras leía a Nicanor Parra, Fernando Guzzoni (33) se encantó con una de las musas del antipoeta, Stella Díaz, retratada en el poema “La víbora”.

Durante largos años estuve condenado a adorar a una mujer despreciable /

Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento

El escritor agregaba:

Largos años vivió prisionero del encanto de aquella mujer que solía presentarse a mi oficina completamente desnuda /

Ejecutando las contorsiones más difíciles de imaginar /

Con el propósito de incorporar mi pobre alma a su órbita

Guzzoni pensó que la musa era parte del imaginario poético de Parra, hasta que una tarde leyendo La danza de la realidad, descubrió que el escritor y cineasta Alejandro Jodorowsky le dedicaba un capítulo entero a la misma mujer. Stella era real y había tenido un romance con ambos poetas. Guzzoni, que en ese tiempo estudiaba Periodismo y Literatura de forma paralela en la Universidad Andrés Bello, no se pudo sacar la idea de la cabeza. El ambiente pseudo melancólico y oscuro que reflejaba la musa lo engatusó: tenía que encontrarla.

La abuela de uno de sus amigos era vecina de la mujer en la Villa Olímpica, cerca del Estadio Nacional. Investigó a Stella Díaz y aprendió que ella también había sido poetisa en los años 50. Le pidió a su mejor amigo, Sebastián Herrera, que lo acompañara a convencerla de ser parte de un proyecto que tenía en mente. Así, consiguió que la mujer protagonizara su primera producción como director y guionista. El documental La Colorina fue la historia con la que Guzzoni ganó como mejor director en el Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC) y como mejor película en el Festival del Cinema Latinoamericano de Triestre en Italia en 2008.

“Después de La Colorina descubrí que esta motivación e inquietud mía hacia el cine, no era un capricho. Voy por la cuarta película y ya sé que esta profesión es constitutiva de mi sensibilidad, de mi manera de mirar el mundo, de mis obsesiones. Se generó un match entre mis sueños y mi ofiicio”, dice Guzzoni.

Fernando Guzzoni vivía en un barrio popular de Peñalolén en los 80. Se crió en un lugar en el que todos sabían lo que hacía el otro. La señora alcohólica, el niño adicto a la pasta base o el abuelo mapuche que les pegaba por jugar fútbol eran imágenes cotidianas de su niñez.

Cuando niño quería ser futbolista. A los 14 se empezó a vincular con la lectura afuera de sus obligaciones en el Instituto Presidente Errázuriz. Esto lo llevó a decidirse por estudiar Periodismo en la Universidad Andrés Bello. Se dio cuenta que lo que le interesaba de la carrera era la escritura, por lo que comenzó a estudiar Literatura de manera paralela. “Pagué mi universidad con crédito y nunca fui de la élite. Eso me ha generado una conciencia particular. No me crié en un condominio pituco, todo estaba en la calle, conozco los lugares y los personajes donde filmo”, cuenta Guzzoni.

“De cineastas chilenos jóvenes, me encanta lo que hacen Christopher Murray, Maite Alberdi, Pablo Larraín, Alejandro Fernández y Sebastián Silva. Veo sus películas y las encuentro estimulantes”, dice Guzzoni.

En segundo año se puso a trabajar en cine y publicidad: “Era el último eslabón de la cadena, el suche. Luego, en tercer año, hice mi primera película: La Colorina”, cuenta Guzzoni. Agrega que ahí aplicó criterios periodísticos de investigación, como observación en terreno y entrevistas en profundidad, y mantuvo esa metodología para sus siguientes proyectos.

Junto con sus amigos de la universidad Catalina Infante, escritora y directora de la editorial Catalonia, y Sebastián Herrera, periodista y poeta, crearon tardes y noches de experiencias literarias creativas. “El mínimo común denominador de nosotros fue la escritura. Si salía un viaje, Fernando tenía una libreta donde apuntaba cosas. Hasta el vendedor de pasajes de un bus podía convertirse para él en un personaje cinematográfico”, dice Herrera. En esas tardes literarias exponían su pasión por las letras, escribiendo sobre la muerte, los arcoíris y otros temas, para luego compartir los textos.

“Descubrió que el mejor método para hacer películas, era ver películas”, cuenta Sebastián Herrera.

Con Catalina compartió no sólo la vocación por las letras, sino también, una relación de cuatro años en su época universitaria. Ella hoy lo describe como alguien inteligente, con personalidad de artista. “Tiene esa sensibilidad que lo hace ser perturbado con algunas cosas y obsesionado con otras. Posee ese ojo para ver lo oscuro, crudo y miserable del mundo. Me hacen mucho sentido sus películas”, agrega la escritora.

Películas que dialogan

La Colorina fue inicio de una exitosa carrera en 2008, cuando el cineasta tenía 20 años. El documental, co-dirigido con Werner Giessen, trata de la poetisa Stella Díaz Varín, quien con su sería una de las primeras punk chilenas, al menos en su actitud. Narra la vida, obra e impacto de la literatura de la artista radical. Después de esa aproximación inicial al cine, Guzzoni saltó a la ficción rápidamente.

En 2010, ganó la residencia del Festival de Cannes para jóvenes directores que le permitió desarrollar su primera cinta de ficción Carne de Perro. La residencia es un programa personalizado que acompaña la escritura de guiones y foros con profesionales de la industria, que se lleva a cabo en París. De los 180 postulantes, Guzzoni fue seleccionado junto a cinco cineastas más para ganarse esta beca de cinco meses de duración.

Carne de perro retrata la vida de Alejandro, un ex torturador de la Central Nacional de Informaciones (CNI), caracterizado por el actor chileno Alejandro Goic. Tiene 55 años de edad e intenta sobrevivir en el presente con la carga de un pasado oscuro durante el Régimen Militar. Lucha por encontrar su identidad y reinterpretar su vida. “(Carne de perro) Se mete en un submundo, no deja una sensación de Chile como un país pujante y resuelto económicamente, sino de parias y outsiders, que además tienen que ver con las fracturas políticas recientes”, explica el creador. Otros protagonistas son los actores Alfredo Castro, Amparo Noguera y María Gracia Omegna.

Vivió cuatro meses en Francia sin hablar una gota de francés o inglés. “Al principio no sabía ni pedir comida en otro idioma. Su entrevista para ganarse la residencia era por Skype y le tenía que pedir a una amiga que le tradujera para poder responder”, cuenta su amigo Sebastián Herrera. Ahora es capaz de hablar en público y dar entrevistas en otros idiomas, promocionando sus películas.

Desde que se fue a Francia, se tomón en serio su formación director a tiempo completo: no salía de la casa durante 24 horas para dedicarle el tiempo a sus trabajos. “En Francia es donde más vínculo he tenido con lo cinematográfico. Conservo aún a mis productores franceses desde hace ocho años, quienes con más de 130 películas de experiencia, son bien maestros míos”, cuenta Guzzoni. Georges Goldenstern, director de la fundación de Cannes, fue una de las primeras personas que confió en él e impulsó su carrera a los 26 años.

En 2012 y 2013, Fernando Guzzoni ganó cuatro premios en festivales internacionales por Carne de perro: el Premio Kutxa Nuevos Directores del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, uno de los más importantes de habla hispana; el Premio Moviecity del Festival Internacional de Cine de Valdivia; el Premio Ingmar Bergman International Debut del Festival Internacional de Goteborg, Suecia; y el Premio Rail D’oc del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse, Francia.

 

Fernando Guzzoni, a la derecho, al lado de Alejandro Goic, recibiendo el Premio Kutxa Nuevos-Directores.

“Fernando es el guionista de sus películas, así que tenemos ventaja. Al mismo tiempo, contamos con el autor y el director. Tiene una sabiduría que tienen pocos directores y es muy generoso trabajando en el set. Estamos en una etapa de amantes, a punto del matrimonio, cinematográficamente hablando”, dice Alejandro Goic, actor protagonista de sus últimas dos películas.

En 2016 volvió al Festival de San Sebastián con su última producción, Jesús, basada en el caso de Daniel Zamudio, un adolescente golpeado brutalmente por ser homosexual. Está contada desde el punto de vista de uno de los atacantes: Jesús, de 18 años, representado por el actor Nicolás Durán. El joven baila k-pop y pasa el rato con sus amigos en parques públicos, drogándose y teniendo relaciones sexuales. No estudia ni trabaja, solo ve la televisión en el apartamento de su padre Héctor (Alejandro Goic). La incapacidad de ambos para comunicarse se rompe cuando Jesús le cuenta su participación en un hecho irreversible.

Una vez a la semana durante un año y medio, Guzzoni fue a diferentes barrios para nutrirse de los personajes que quería retratar en Jesús. “No podía ser turista en mi propia película. Había que meterse ahí, estudiarlo, admirarlo y aprenderlo. Investigo mucho. Hablé con los chicos y les saqué fotos para entender los códigos juveniles, cosas que tienen que ver con su sensibilidad”, cuenta el cineasta. Todo esto para luego crear una historia de ficción realista y cruda. “Después yo reconstruyo esto e instalo mi propia ficción, con mi propio punto de vista, pero con una base inicial de interpretación”, agrega.

“Es un excelente director y guionista, con una visión muy aguda de lo que quiere decir. Tiene, además, un talento especial como director de actores. Trabajar con él fue fantástico, porque tuvimos inmediatamente una gran sintonía. En el proceso de montar Jesús nos hicimos grandes amigos”, afirma la montajista Andrea Chignoli, quien ha trabajado con destacados directores como Andrés Wood, Pablo Larraín y Nicolás Acuña.

El 21 de septiembre de 2016 se estrenó Jesús en la Competencia Oficial de San Sebastián, en España. Finalizada la función, el equipo fue aplaudido por la audiencia, instalándose con fuerza en la carrera por la Concha de Oro, el máximo galardón del Festival.

“Tuvimos un estreno a sala llena, en Kursaal 1, que es una sala donde caben más de 1.500 personas, y la verdad es que hubo una recepción increíble de la película. En el pasillo, donde se suele recibir a los actores y directores, tuvimos una ovación de más 3 minutos, muy bonita. Así que estamos muy emocionados, porque la película está teniendo una muy buena recepción aquí en San Sebastián”, aseguró Guzzoni a la salida del estreno.

Guzzoni viajó por Europa promocionando la cinta, que se estrena en marzo de 2017 cines chilenos y que ya tiene distribuidor en Estados Unidos. Se matriculó en la Universidad de Nueva York en un máster de Escritura Creativa donde vivirá dos años y, en paralelo, terminará un libro para la editorial francesa de Robert Amutio. Todo esto, mientras escribe el guión de Blanca, su nueva producción que retrata la vida de una niña de 18 años con una doble moral que juega con la verdad, la mentira y el relato oral.

“Si a uno le gusta lo que hace, las posibilidades de tener éxito son más altas. El cine tiene mucha incertidumbre, es intermitente económicamente, uno sufre un montón de estrés y ansiedad. Pero el resultado final es lo más bonito. Ofrecer lo mejor de mí en las películas”, dice Fernando Guzzoni.

Sobre el autor: Belén Rojas es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje como parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa. El artículo fue editado por Javiera Navarro en el curso Taller de Edición en Prensa.

fuente: kilometrocero

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