Microviolencia de género: el impacto de las palabras en los niños
Más que los golpes y gritos, las señales cotidianas cargadas de agresión, pero socialmente
válidas, pueden tener un impacto mucho más profundo y a largo plazo en nuestros niños.
Aprende cómo desterrar la microviolencia.
Santiago, 30 de septiembre de 2021. “Lloras como niñita”, “siéntate como señorita” o “a
los hombres se les conquista por el estómago”, “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”,
son frases que hemos escuchado muchas veces y aunque parecen pasadas de moda e inofensivas,
la verdad es que no deben ser normalizadas ni mucho menos repetidas si queremos educar niños
libres de violencia en todos sus acepciones y formas, incluida la física, psicológica, económica y
simbólica.
El 2 de octubre es el día decretado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para
conmemorar el Día Internacional de la No Violencia. Cuando hablamos de violencia, generalmente
nos imaginamos golpes y gritos, sin embargo, hay una variante que pasa inadvertida, por no tener
consecuencias relevantes como hecho aislado. Es lo que se llama microviolencia de género.
Según la psicóloga de la red de colegios Cognita, Gretchen Beiza, “son aquellas pequeñas
actitudes cotidianas y encubiertas de agresión, aceptadas socialmente como válidas, sin
contemplar las consecuencias emocionales en las personas que las reciben”. Estas se pueden dar
en la pareja, pero también entre padres e hijos, profesores y alumnos, etc. Incluso, muchas veces
solemos verla en la publicidad o los medios de comunicación cuando estos titulan “crimen
pasional” en vez de “femicidio”, porque está enquistada en la cultura.
A veces, son tan sutiles, que ni siquiera nos damos cuenta, pero contribuyen a perpetuar
los roles de género, el machismo, el abuso de poder, la hipersexualización, entre otros, como
cuando elegimos “rosado para las niñas y azul para los niños”, o se señala con orgullo que el
“marido ayuda en la casa”, que al salir a un restorán “él debe pagar la cuenta” o que “los hombres
son más racionales y las mujeres más emocionales.
“Este tipo de violencia genera una limitación en la libertad, la toma de decisiones, el
tiempo y el espacio, teniendo como consecuencias la disminución de la autoestima, sentimientos
de vulnerabilidad y desconfianza en sí mismo, produciendo un aumento de jerarquía de poder”,
explica la especialista de la red con 14 colegios en todo Chile.
He ahí la relevancia de cuidar el vocabulario y cada palabra que se usa frente a los niños,
pues aquello que los adultos aprueben y digan como cierto, para ellos será un ejemplo a seguir
para construir sus prototipos y generar prejuicios. “Las frases micro machistas o microviolentas, no
son inofensivas o inocuas y se deben generar prácticas ‘microdiscursivas’ en los diversos ámbitos
de acción, a fin de visibilizar estas trampas del lenguaje. Es necesario no solo detectarlas uno como
adultos, sino enseñar a los hijos a hacerlo”, puntualiza Gretchen Beiza, quien, además, entrega
algunos consejos para impactar positivamente en los niños e incorporar un lenguaje inclusivo,
asumiendo un rol activo para alertar a otros en su entorno.
Enseñar la importancia del respeto y la igualdad es fundamental para que los
niños y niñas puedan convivir y aprendan a evitar la violencia de género.
Revisar los códigos en los que se manejan al interior de la familia, ya que los de
antes, no son los mismos que los de ahora.
Replantearse frases o dichos que usualmente decimos, para ver si tienen
contenido microviolento.
Reconocer que como hombre también se sufre violencia, pero como cuerpo
feminizado se sufre aún más, incluso hay riesgo de muerte.
Concientizar sobre cómo se mira al cuerpo femenino.
Intentar tener una visión de corresponsabilidad en las laborales domésticas, es
decir, aceptar que el sistema está mal, pero que sí se puede cambiar.