Si hay un tema del cuál cada vez escucho más conversaciones es sobre la masturbación. Entre padres los discursos apuntan a dirimir cuál es la conducta más apropiada para enfrentar este tema con los hijos. Entre las mujeres los diálogos giran en torno a constatar que aquello que se creía era conducta de unas pocas es, en realidad, el placer de muchas. Por último, desde el género masculino, las interrogantes giran en torno a si la práctica ayuda o más bien desmejora el rendimiento sexual. Con todo, parece quedar de manifiesto que la masturbación dejó hace mucho de ser un tabú.
La práctica masturbatoria ha dejado de ser sancionada y se ha comenzado a visibilizar como una práctica sexual más, para hombres y mujeres de distintas edades, con o sin pareja. Sin embargo, el que hoy se le reconozca no implica que sea del gusto de todos y todas o que deba ser necesariamente practicada. El autoerotismo -o espacio de satisfacción sexual con uno mismo- no es un deber, más bien es un derecho sexual de las personas a espacios de intimidad y goce a solas y en privado, que resulten disfrutables para ellas.
Quizás el tema resulte conocido para los hombres, al punto de que nunca siquiera les ha presentado dudas, temores o amenazas. Para muchas mujeres, sin embargo, el gozar a solas, a través de sí mismas, ha sido todo un descubrimiento, y para muchas otras, un espacio peligroso.
Siempre me preguntan en la consulta qué efectos reales tiene el autoerotismo. Ya muchos sabrán que “no les saldrán pelos en las manos” y que nadie podrá “darse cuenta si la practican con sólo tocarlas”. Puedo decir que el primer efecto, si se realiza sin culpa, es “aprender a gozar”, en el amplio sentido de la palabra: gozar con tiempo, según el propio gusto, sin tener que negociar con nadie, al ritmo que cada uno desee…¡fantástico! Desde ese punto de vista, el autoerotismo es una excelente forma de re-conocerse como un sujeto sexuado.
La masturbación es beneficiosa para nuestro desarrollo en el plano erótico si nos ayuda a aprender de nosotros mismos, pero es un obstáculo a nuestra salud sexual cuando la utilizamos como medio de escape para la ansiedad, cuando estamos centrados en el producto (lograr) más que en el proceso (disfrutar) y sobre todo cuando, sin gustar de ella, nos obligamos a practicarla.
Para terminar, y como una forma de reivindicar el autoerotismo, los invito a examinar algunos de los aspectos positivos, que se han descrito, respecto de esta práctica sexual:
- Es un acto de redescubrimiento que nos permite aprender acerca del propio erotismo: qué nos agrada y qué necesitamos como individuos. Somos únicos y podemos ser expertos en lo que respecta a nosotros mismos.
- Aprendemos a valorar nuestros genitales y a disfrutar de nuestra propia excitación u orgasmos como algo que nos pertenece y que no depende de otros/as.
- Es un valioso medio para sentirse sexualmente independiente, y una excelente preparación para posteriores relaciones sexuales.
- Si uno sabe lo que le gusta, puede enseñárselo al compañero, lo cual evita muchas adivinanzas, frustración e incomodidad.