Kriska tiene 18 años, es alumna de la carrera de ingeniería civil industrial de la Universidad de Aysén en Coyhaique y recientemente se graduó como estudiante de la iniciativa PROVOCA de AUI/NRAO Chile, un programa dirigido a mujeres con vocación STEM (acrónimo asociado a las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática).
Si ya es un desafío seguir este camino para muchas mujeres, y muestra de ello son las bajas cifras de participación femenina, para Kriska es aún mayor la dificultad, ya que tiene la condición de TEA: Trastorno del Espectro Autista. Como universitaria hoy está totalmente decidida a seguir adelante con una carrera que en su opinión le permitirá, gracias a la versatilidad de su malla curricular y sus aplicaciones, acercarse a su soñada astronomía. Esta carrera le da la opción de trabajar al aire libre y en terreno para sentirse más cómoda, considerando su personalidad y características propias del trastorno.
Kriska es la mayor de 3 hermanas (de 11 y 15 años). Vivió sus primeros años en Arica y desde los 12 en su querido Coyhaique, junto a sus padres. De su infancia en Arica, recuerda con cariño las momias de Chinchorro y la vista desde el museo de la ciudad hacia el morro. Cuenta que en segundo básico aprendió sobre el sistema solar y desde entonces se prendió una llamita en su corazón que la llevó a soñar con ser astrónoma.
Ya en enseñanza media, radicada al sur de Chile, tuvo la oportunidad de participar en una jornada de puertas abiertas de la Universidad de Aysén, donde conversó con un profesor de ingeniería industrial, que sin imaginarlo sería uno de sus guías al momento de decidir su futuro. Comenta que en esa rápida interacción le contó que a él siempre le gustó la salud y que gracias a las diversas aplicaciones de esta ingeniería (industrial), más tarde pudo desempeñarse en la medicina, lo que demostraba que esta carrera y las elecciones vocacionales pueden adaptarse a todos los intereses.
“Siempre he sido muy tímida y me cuesta mucho entablar una conversación desde la confianza con otros, pero gracias al encuentro con este profesor pude ver que la ingeniería industrial me permitiría, más adelante, entrar al mundo de los observatorios donde sueño trabajar en la mantención de sus antenas”, explica Kriska.
Confiesa que su proceso de educación escolar no fue fácil. “No sólo me fue difícil entablar amistades, sino que además no encontré apoyo en mis profesores para comprender lo que significa vivir con un TEA. Muchas veces me sentí abrumada en ciertas situaciones que me paralizaban y llegaba al extremo de tener crisis de pánico, pero muchos pensaban que yo manipulaba las situaciones. Es muy triste y una se siente aún más sola e incomprendida, cuando los adultos que nos rodean no comprenden lo que implica esta condición”, señala.
Pese a todos los obstáculos que tuvo que superar, siempre con el apoyo incondicional de su madre (Faviola) y su núcleo familiar, todo el tiempo supo que nadie la detendría en su propósito de ir a la universidad en su ciudad. “Decidí que iba a acercarme a la astronomía sin que mi trastorno del espectro autista fuera límite”, añade.
Del programa PROVOCA supo a través de las redes sociales (Instagram) por un llamado a convocatoria que buscaba estudiantes de enseñanza media que quisieran recibir mentoría de otras mujeres STEM. “Creo que al postular y luego ser seleccionada, fue una de las veces en que sin duda experimenté el síndrome del impostor, ya que al tener la noticia estaba como en shock. Mi mamá estaba súper entusiasmada, pero yo casi pensaba que era un error del cual más temprano que tarde me enteraría”, explica.
Hoy, tras un año de participar y graduarse del programa, asegura que este tipo de espacios es sumamente importante, no solo para las mujeres, sino también para personas que se sienten excluidas, como sucede en el caso de las niñas con TEA. “En PROVOCA aprendí mucho al escuchar las historias de otras niñas y especialmente al sentir el apoyo y la comprensión de las mentoras y coordinadoras del programa. Sentí que ellas querían aprender de mi experiencia para ayudar a otras niñas en mi situación, y a observar con sus ojos ciertas situaciones que nunca deben ser normalizadas. Hubo sesiones muy significativas del programa que me ayudaron a mejorar mi comunicación a través de ciertas técnicas y a identificar situaciones que gatillan esta sensación de que lo que logro no me lo merezco y minimizar mi esfuerzo y los resultados que consigo. Todas tenemos un espacio en las STEM…también yo“.
Actualmente, Kriska todavía lucha para seguir adelante con sus estudios y ha logrado hacer algunas amistades. Reconoce que tanto la universidad como sus compañeros son amables y comprensivos, y los profesores siempre están dispuestos a aclarar dudas. Contra todo pronóstico de lo atemorizante que podría ser el gran cambio desde el colegio a la universidad, señala: “Es increíble, ya que por años tuve mucho miedo de llegar a un espacio más grande (como la universidad) y pensar que me sentirían aún más sobrepasada, pero tuve la sorpresa de encontrar un lugar totalmente distinto, más inclusivo y donde respetan mis características. Si bien suelo ir de la universidad a mi casa y viceversa, hoy me sorprendo cuando entablo conversaciones con otras personas y supero mis angustias”.
Su viaje a Santiago para certificarse con estudiante PROVOCA, lo hizo junto a su madre. Participó de algunas actividades con compañeras y mentoras, y debido al sistema frontal que afectó al sur de Chile en esos días su vuelo tuvo que ser reprogramado en dos ocasiones. En un primer intento y tras 5 horas de estar varadas en el aeropuerto de Puerto Montt, regresaron a Santiago, el equipo PROVOCA se las arregló para conseguir y coordinar actividades extra para Kriska y su madre, quienes pudieron así visitar las oficinas de Santiago del observatorio ALMA y el planetario. Instancias en las que Kriska conoció a distintas mujeres que ejercen llenas de entusiasmo sus profesiones, tanto en el observatorio como en el planetario, dándole una mirada a lo que eventualmente podría ser su futuro cuando cumpla su sueño.