“Situación importante (y obligatoria) de compartir: Hace un par de días, salí de mi casa camino al metro. Me dieron ganas de comprarme un helado de cono, cosa que hice al llegar a Tobalaba (sí, soy una mujer de gustos sencillos). Iba mega feliz con mi helado de vainilla (fomeque, pero me gusta). Entonces, no sé de dónde, justo antes de meterme al metro, se me pegó un hombre a susurrarme en el oído (sentí su respiración en la nuca, ese nivel de cerca) a decirme: ‘Oiga, que le gusta chuparlo, mijita’”. Así comienza la viralizada denunciada por Facebook realizada por la usuaria Javiera Larraín, en la que narra el repudiable acto de dos sujetos que la cosificaron y le afirmaron que le ponía demasiado color con escandalizarse con ese tipo de bromas.
“Situación importante (y obligatoria) de compartir: Hace un par de días, salí de mi casa camino al metro. Me dieron ganas de comprarme un helado de cono, cosa que hice al llegar a Tobalaba (sí, soy una mujer de gustos sencillos). Iba mega feliz con mi helado de vainilla (fomeque, pero me gusta). Entonces, no sé de dónde, justo antes de meterme al metro, se me pegó un hombre a susurrarme en el oído (sentí su respiración en la nuca, ese nivel de cerca) a decirme: “Oiga, que le gusta chuparlo, mijita”, unquote”.
Así comienza la viralizada denunciada por Facebook realizada por la usuaria Javiera Larraín, en la que narra el repudiable acto de dos sujetos que la cosificaron y le afirmaron que le ponía demasiado color con escandalizarse con ese tipo de tallas.
En su relato, Javiera recuerda que “yo, ilusa de mí, me dije que era alguien que me conocía y me hacía un comentario de pésimo gusto, porque nada po, no podía haber un weón tan asqueroso por la calle. Y sí, los hay. Me doy vuelta y él me mira cagado de la risa con su talla y con una cara de grotesca degeneración. Porque claro, cómo mierda se me ocurre andar languateando un helado en la vía pública, una provocación espantosa, en qué estaba pensando. Yo lo increpo y comienzo a gritarle a viva voz, que diga fuerte su ‘gracia’, impidiéndole que bajara al metro”.
Fue en este minuto, afirma, que “un ejecutivo de 30 y algo, muy terneado, muy pinta perrito-zorrón-papa me increpa diciéndome: ‘Pa que tan histérica, que le dai color. Si el loco, fuera rico o lo encontrarai guapo estaría muerta de la risa’”.
Añadió que “frente a mi estupefacción, el hombre que me acosó se escabulló por el metro. El ‘terneao de H&M’ (como bauticé al otro espécimen) seguía insistiendo en la desproporción de mi reacción y en la neurosis de mi género, pues poniéndome como ejemplo se refería a ‘todas las mujeres’ que dábamos un color increíble cuando nos decían algo en la calle, y solo porque nos hablaban ‘puros weones en nada porque si fueran guapos no dirían ni pío’, como el mismo sentenció con vehemencia”.
En otros pasajes, Javiera soltó que no aguantó más y decidió descargarse por toda esa injusticia y machismo que estaba sufriendo: “Después de rebatirle brevemente, y comprobar que tenía un monito de lata que apretaba platillos sin cesar en su cerebro, le tiré (más por instinto que otra cosa) mi helado de cono. Y toda mi vainilla se chorreó por su pulcra chaqueta, su camisa, su corbata de marca, su pantalón y hasta uno de sus exclusivos zapatos”.
En este preciso instante la historia agarra un vuelco inesperado pero épico y aplaudido por todo el mundo que ha podido leer su relato: “Evidentemente, el terneao comenzó a gritarme que si yo estaba enferma y era loca, y yo le respondí: ‘Pero, compadre, qué le dai color, si tú me encontrarai guapa o rica, estariai cagado de la risa, o no? Pa qué tan histérico?’. Dicho esto, me di media vuelta y seguí mi camino al metro. Por lejos, el mejor helado que no he comido en mi vida”.
“Pa qué cuento esto? Porque, por desgracia, son muchos los hombres (y también muchas mujeres) los que creen que ‘una le da color’. Que creen que cuando decimos que estamos cansadas que nos acosen, que nos violenten, que nos paguen menos, que nos maten, le estamos dando color. No le estoy dando ni un color, porque esos dos weones me cosificaron, me hicieron sentir insegura y vulnerable, solo porque se les dio la gana. Lograron modificar toda mi tarde, ya que quedé entera tiritona post-incidente y recién ahora me siento capaz de contarlo. Y si alguno/a de los que me lee ahora, sigue creyendo que le doy color… Nada po, ojalá les caiga un helado volador en la cabeza. Ya, basta”, cerró.